Hace tiempo quería escribir sobre teorías conspirativas y no va que justo se cae todo el sistema Facebook, así que no me queda otra opción que hacer referencia al tema. La baja de básicamente todo lo que usamos para comunicarnos generó rumores de diversa índole más rápido de lo que podés decir Illuminati. De ellos, quizás el más pintoresco -y creíble por qué no- es el que me contaron en la peluquería sobre cómo la caída fue para que los billonarios muevan su plata alrededor del mundo sin despertar sospechas 💸 Así que si la semana pasada te entraron unos dólares en tu caja de ahorro que no tenías planificados, seguro fue Warren Buffet que no supo bien cómo usar el homebanking para pasar plata de las Islas Caimán a Suiza.
Me interesan las teorías conspirativas porque 1) me parecen un buen ejercicio de escepticismo, muy necesario en nuestra sociedad, 2) una pequeña parte de mí quiere creer algunas -cómo olvidar a Xuxa satánica- y 3) me parecen divertidas -aunque ya se sabe, también peligrosas-. Hay algo colorido en la manera en cómo funciona el tren de pensamiento que puede ir de “el COVID-19 surgió de un laboratorio” -bastante viable- a “el COVID-19 no es tan peligroso como dicen” -debatible bajo ciertos estándares- hasta llegar a “el COVID-19 no existe” -¿KE DIZE?-. Surgidas de ver mucha película, de haberte enterado de UNA que resultó verdadera o por simple aburrimiento, estas teorías a veces requieren buenos niveles de creatividad.
El libro Escaping the Rabbit Hole es uno de los tantos que habla sobre estas lógicas y por qué la gente cree en algunas teorías que -a priori- no solo son absurdas sino que objetivamente imposibles. Van algunas pistas: la ignorancia no tiene una relación lineal con ciertas convicciones y todos tenemos nuestros niveles de creencias que pueden resultar absurdas para otros. Llámense religiones, partidos políticos o seres de otro planeta, vivimos entre consensos y diferencias sobre lo real, lo verdadero, lo falso y lo ficticio y me animo a decir que en la enorme mayoría de los casos, no pasa nada grave con eso. Incluso el terraplanismo puede darnos buenos y divertidos documentales.
Lamentablemente, ese nivel de diversión light no siempre es el caso y las teorías conspirativas han traído más tragedias que iluminaciones en la historia. Pero en épocas más recientes parecería que descreer de absolutamente todo lo que muestran los medios o políticos se volvió la regla. Que una red social baje un contenido por hacer afirmaciones científicas falsas no solo levanta sospechas, sino que parecería volverse un sello indefectible de una verdad que se quiere ocultar. No me malinterpretnen: hacer una escucha de la lógica detrás de cada posible teoría está muy bien y prejuzgar es el enemigo del investigador o el estratega, pero seguir el ritmo a tanto descreimiento a veces me resulta agotador, qué querés que te diga. Tan agotada estoy, que dejo que John Oliver lo explique mejor.
*Publicación originalmente enviada como newsletter el 13 de octubre de 2021. Se puede ver el artículo sin editar aquí.
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